sábado, enero 27, 2018

"The London River" (2009), de Rachid Bouchareb



Rachid Bouchareb se ha convertido, a través de sus películas, en el referente obligado de la tolerancia interracial y de la defensa de la diversidad cultural en estos tiempos de deriva totalitaria, cuando gran parte de la población da la espalda a las minorías haciendo más caso a lo que se refleja en los medios de comunicación, parciales y muchas veces manipuladores, en vez de, simplemente, mirar a su alrededor.
Con el telón de fondo de los atentados de Londres, Bouchareb construye en The London River  una historia sencilla y bien trazada que refleja sin trampas las complicadas relaciones entre mentalidades muy alejadas entre sí.
El señor Ousmande  africano residente en Francia, viaja a Londres para cumplir la promesa hecha a la madre de su hijo de buscar a este para devolverselo sano y salvo. El actor maliense Sotigui Kouyaté, habitual en los filmes de Bouchareb, da exacta credibilidad al personaje. Su físico desgarbado, su patriarcal bastón, su hablar pausado y respetuoso, que no servil, define a toda una cultura que quiere mostrar una especie de pureza atávica frente a la incomprensión occidental.
Una vez en Londres coincide en sus pesquisas con la señora Sommers, la también recurrente, y excelente, Blenda Bethyn  de la filmografía de Bouchareb.  La señora Sommers viaja a Londres alarmada por la falta de noticias de su hija y acaba descubriendo que compartía piso con un estudiante de color, el mismo joven que busca el señor Ousmande.
Los primeros contactos entre ambos, mientras consultan paneles de fotos, reconocen cadáveres, o coinciden en la casa de los jóvenes con la policía, son recibidos con enorme frialdad por la mujer que ve en el africano poco más que a un inmigrante cargado de peligro o, acaso, a una especie de mendigo
Bouchareb  abre la brecha cultural y carga de humanidad al personaje de Ousmand  al que, poco a poco, va vistiendo de rasgos de una humanidad olvidada. Ousmand  se conduce con cautela, con prudencia, con cierta contrariedad al sentirse rechazado. Esa actitud y la necesidad de hacer un frente común es lo que acaba derribando el muro de incomunicación  e incomprensión que la señora Sommers había levantado entre ellos. Acabarán compartiendo hospedaje en el piso que los jóvenes tenían en común.
El acercamiento de ambos puede interpretarse como una metáfora de la comprensión entre seres humanos cuando las barreras culturales quedan de lado y se enfrenta un objetivo común. La señora Sommers va descubriendo con estupor la sensibilidad, el amor a la familia y a las tradiciones, el valor de los principios y de la diferencia que representa el señor Ousmand.
La tragedia que se percibe desde el primer momento, la muerte de los dos jóvenes en los atentados, es el telón de fondo y a la vez el engrudo que une el decorado donde se mueve la verdadera razón de ser de esta película: la inutilidad y la fragilidad de las barreras culturales frente a la igualdad y fuerza de los sentimientos del verdadero ser humano.
Al final queda el buen sabor de boca del verdadero cine y la honradez y solidez de dos verdaderos actores.
Un buen Bouchareb.

                                                                                                                                          ©  Francisco Linares Valcárcel

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