domingo, marzo 14, 2010

JULIÁN MARÍAS. El oficio del pensamiento

Unamuno opinaba que muchos se dedican a contarles las cerdas al rabo de la esfinge por miedo a mirarla a los ojos. La información y la erudición son, por otra parte, las grandes simuladoras, porque fingen vida intelectual donde sólo hay manejo de inertes objetos intelectuales. Hablar de las cosas es un medio excelente de evitarlas; barajar problemas y teorías es un cómodo expediente para quedarse a cien leguas de ellos. Lo más grave es que, a la larga, se pierde el hábito del pensamiento; no se es capaz de pensar ni de repensar, sino, a lo sumo, de traspensar -hay países enteros que no hacen otra cosa-. Llega un momento en que ni siquiera se distingue. "A distinguir me paro, las voces de los ecos", decía Antonio Machado, formulando sin saberlo, una admirable divisa intelectual. No se sospecha hasta que extremo está embotada la capacidad de apreciar los que es auténtico y lo que es mero "hacer que se hace"(...).

(Julián Marías, El oficio del pensamiento, Biblioteca Nueva, Madrid, 1958)

EN LA MUERTE DE MIGUEL DELIBES

Creo que lo que la mayoría de la gente ha apreciado siempre en la vida y en la obra de Miguel Delibes ha sido la normalidad. Era uno de los nuestros. Fue un ciudadano que se elevó a la categoría de ilustre por su sencillez, por su comportamiento siempre coherente y por su ausencia de divismo. Su vida de provincia ha sido el espejo donde muchos nos hemos mirado. Él mostró la posibilidad de una existencia intelectual alejado de los focos del poder cultural e hizo de su vida un ejemplo de corrección moral. Las grandes manifestaciones de duelo de estos días son la demostración del amor y del respecto del ciudadano común, que siempre vio en él a uno de los suyos.
Buena caza, maestro.
Francisco Linares

domingo, marzo 07, 2010

(CINE) EN TIERRA HOSTIL, o la actualidad de la masturbación mental

El otro día delante de una cervezas un colega y yo discutíamos si las pajas mentales de los norteamericanos eran más profundas, largas y sin sentido que las de los europeos (últimamente los españoles tenemos gran experiencia en masturbación mental a través del cine de Isabel Coixet). No llegamos a ninguna conclusión, pues ambos exhibíamos ejemplos que dejaban la balanza de nuevo equilibrada. Cuando vi En tierra hostil me apresuré a llamar a mi amigo para decirle que la última pelicula de Kathryn Bigelow dejaba el peso definitivamente inclinado del lado norteamericano.

El argumento, que parece haber encandilado a la crítica y a parte del público, es la enfermiza adicción por el peligro de un marine norteamericano miembro de una brigada de desactivación de explosivos en Bagdad. Punto. El que quiera buscar algo más profundo deberá hacerlo en el fondo del mar, si lo tiene a mano. Claro, a partir de aquí, podríamos establecer las bases para un buen castillo aereo, por ejemplo: ¿es lícito alimentar la violencia de la guerra con jóvenes poseídos por el ansia de ella?, ¿las tropas norteamericanas están formadas por soldados profesionales o por pseudoadolescentes con ganas de botellón? ¿los mandos de estos soldados son tan retrasados mentales como suelen aparerer en las cintas de guerra o simplemente simulan su estupidez? También podemos hacernos preguntas que, a estas alturas de reflexión, considero más prácticas e interesantes: ¿a alguién le importa que haya en el mundo veinteañeros a los que les vaya la marcha abriendo bombas como si fueran latas de mejillones? o ¿las botas de los soldados norteamericanos en Irak sólo parecen Chiruca, o realmente son botas Chiruca? Puff. ¡Qué pereza!

Si la intención de Kathryn Bigelow, como parace que ha declarado insistentemente, ha sido mostrar la desnudez de la guerra de Irak, lo ha consegudo a medias. Si, como también ha dicho, pretendía quedarse fuera del conflicto y mostrar un aspecto humano de los hechos, ha bordado lo primero, pero yo no he visto ni rastro de humanidad en unos tipos demasiado esquemáticos y sin profundidad psicológica alguna. Quizá se queda tan al margen que no ha percibido lo que se oculta tras cada personaje. Quizá no ha sabido captarlo. Quizá, me temo, no haya nada que captar.

El guión está inspirado en la experiencia bélica del periodista Mark Boal. Por cierto, es curioso que sea el mismo Boal el que inspirara el guión de En el valle de Elah, película que deja a esta que comentamos en paños menores, en absolutamente todos sus apartados. Más que meritoria fotografía de Barry Ackroyd que filma sin digital. Equilibrada interpretación de Jeremy Renner al que ya habíamos visto de caqui (en el papel de Doyle) en 28 semanas después, de nuestro Juan Carlos Fresnadillo y, quizá en una interpretación más sólida, como Wood Hite en El asesinato de Jesse James por el cobarde Robert Ford
La peli no da para más. Los oscars irán, con sorpresa para muchos, para la excelente Precious.

Francisco Linares

Tierra de mujeres

Impone ver un árbol así agonizando, muriéndose, comenzando a desaparecer. Porque aunque el árbol se resquebraje, se vuelva de color g...